Recuerdo cuando en La Portada, una ola desde la orilla me arrastro mar adentro tragándome y sumergiéndome con toda su fuerzas en sus profundidades. No me di cuenta, en qué momento mi hermano se lanzo a por mi, me cogió del cabello largo tirando de mi hacia la superficie. No recuerdo esa parte. Creo que estaba semiinconsciente, tenía magulladuras en las piernas y los brazos. Sentía ardores y dolores en todo el cuerpo. Más o menos es la misma sensación cuando nos abandonan por las razones que solo el que abandona sabe.
Las experiencias de desamor, sean engaños, malos tratos, infidelidades, falsas promesas, mentiras, manipulaciones dejan en el Corazón, en el Alma y el cuerpo físico, huellas, como surcos profundos difíciles de borrar sin ayuda de nuestros seres queridos sean amigos o hijos que es a quienes les toca el trabajo de sostenernos en este tipo de dolores o de ayudarnos a recoger nuestros pedacitos, debido a la pena cuando buscamos consuelo.
Hay corazones partidos que sangran. Hay corazones que tardan en sanar años hasta eternidades. Hay corazones que se recuperan por la gracia de las buenas personas que nos llegan o aparecen en nuestro camino como enviados del cielo. Para mi son ángeles. Últimamente, creo que he estado rodeada de ellos. Se que de alguna manera, la vida o alguien que me conoce desde siempre, ha enviado esa ayuda de inmediato para que no desfallezca a causa de los desagravios que causan otros. Esos otros son en quien he depositado mi fe, mi confianza, mi amor. Todo lo que uno tiene lo pone en las manos del ser amado. Los sueños no se escapan. También metemos en nuestros sueños a estos seres especiales a quienes hemos entregado nuestro Corazón entero, completamente limpio, íntegro, fiel, sano. Al ser apartados de la vida de quienes amamos de un plumazo, sin ninguna explicación o sentido de compasión, nos lleva a vivir la peor de las pesadillas. La tristeza hace su aparición, la depresión que espera en la antesala de doña Tristeza, intenta apoderarse del único resquicio de cordura que a uno le queda en el cuerpo. Casi sin fuerzas ni energías, intentamos dar manotazos al aire, para no morir de pena. Mi abuelo murió de tristeza y melancolía. Aunque la razón de su muerte fue otra. El amaba a mi abuela y al morir ella, se sintió solo, y decía que la vida sin su Manuela, ya no era lo mismo. No tenía sentido para él. Así fue como decidió morirse. A los 6 meses de enviudar, partió a reunirse con mi abuela quien, seguramente allí donde las Almas buenas van, se alegró al verlo nuevamente. Se que son felices. Más felices que cuando vivían aquí abajo.
Siempre he amado a la Mar. Es el símbolo de las emociones. Somos tan parecidas. Imprevisibles ambas. Quizás por ello la respeto. Porque nos parecemos mucho. Posee tantos tesoros como misterios por descubrir. Su lenguaje o mejor dicho, su sonido me relaja. Algunas veces, he pasado sanándome horas que se me han echo cortas dentro de las suaves olas.
Creo que ella conoce los secretos de todos los hombres. Y algunos no regresan jamás cuando se internan irreverentemente en sus dominios. Conoce el pensamiento, la intención del corazón en un hombre. Puede leer las intenciones de todos los seres que entran en su espacio. Está viva!
Lo mejor para sanar un corazón partío es entrar a la hermana mar, rezar, pedir su permiso y pedirle que nos permita sanarnos en su elemento. Cuando hacemos esto, ella se relaja y nos abre sus brazos como una madre lo haría si acudieramos a ella. Como ya no tengo a la mía, siempre que puedo, recurro a ella. Algunas veces, en mis sueños, viajo enormes distancias en un mar sereno y amigable. Siento su aroma, su voz, sus movimientos que me mecen como a una niña. Siento enorme paz y un estado de felicidad casi inexplicable. Todo es tan místico. Sublime. Intimo a la vez. Si cierro mis ojos, retrocedo hacia épocas donde los abrazos del hombre amado, de una tribu americana, protegen mi figura, sin hacerme ningún daño. Es la seguridad del buen amor. Aquel que sabe amar sin medidas. Sin miedos. Sin límites.
Una vez soñé que vivía en una tribu de indios a quienes les gustaba criar caballos pinto. Eran hermosos y fuertes. Mi vida en la tribu era pacífica y feliz. Solía dar largos paseos montando a un hermoso caballo blanco con pintas de tonos de la tierra. A veces, me acompañaba un joven cazador de mi tribu muy valiente. Nos deteníamos en la orilla del río y bajo las sombras del viejo roble, nos amábamos.
Resulta asombroso como los sueños de vidas pasadas pueden ayudarnos a descubrir cosas de nosotros mismos y de los demás. Solo hay que estar atentos e investigar. Eso es lo que siempre he hecho. Desde niña he sido curiosa.
Todo lo que vivimos por doloroso que nos resulte, nos hace fuerte. Ese es el bien mayor: la Fuerza. No la fuerza física, no me refiero a esa que muchos la confunden. Sino que me refiero a la fuerza de Espíritu. Esta es la que tiene el trabajo de llevar el cuerpo físico, donde habita un Alma, que clama por regresar a casa pronto...cuando llegue el alba.
Mi experiencia de vida, espero te sea útil. No sigas mis pasos. No soy perfecta...pero intento cada día acercarme un poco a ella. Y mientras lo intento, cometo errores porque hago elecciones, pero sin maldad. Sin alevosía ni premeditación. Ni culpo a nadie. Tampoco soy culpable de nada!
Si escribo, es solo para no olvidar que mi Camino, lo transito con mis propios pies, un solo corazón, una sola Alma, un solo Espíritu, un solo cuerpo y en mis pensamientos: un solo amor!
por Liisa
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