Una de las experiencias más difíciles de experimentar es la Soledad. Todo depende del estado de la persona en que se encuentre consigo misma. La actitud, el amor a la Vida, la curiosidad casi infantil que asoma en alguna de la esquina en su Camino.
He sentido muchos tipos de Soledad. Algunas veces, fue amistosa. Otras fría y dolorosa. Y un día, se manifestó espléndidamente generosa y positiva.
En compañía de Soledad podemos traspasar el cristal sin romperlo para llegar hasta el fondo de nosotros mismos. Es una especie de complicidad que nos conduce como niños traviesos por los rincones de nuestra Alma para conocernos y recordar viejas historias almacenadas en sus numerosos laberintos. Resulta que Soledad puede aparecer de repente. Nos puede sorprender como visita caída del cielo. Para recibirla sin sentir miedo, hace falta una gran dosis de amor, confianza, un corazón abierto y bien asentado en el centro de nuestro pecho de tal manera que no abrigue ningún tipo de amenzas.
Hoy Soledad apareció nuevamente por mi casa quiso probarme si me asusta su compañía...vino disfrazada de blanco y señorial estampa que nada más asomar su presencia al umbral de mi corazón este casi dejó de latir en un instante. Un instante necesité para recobrar mi aliento rápidamente y sin palabras acepté su presencia nuevamente, como tantas otras veces lo había hecho. Somos viejas amigas le dije desde mi pensamiento y eché volar mi Alma para recuperar nuevo aliento.
Ya instalada en mi Palacio se que tengo la oportunidad de ser la mejor anfitriona que ella jamás ha conocido.
Hoy he aprendido de Soledad, que todos son momentos...solo momentos y yo Eterna y sin tiempo.
¡Bienvenida Soledad!
Por: Liisa
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